Tengo en el patio una mata que me recuerda mi impaciencia. La trasplanté antes de tiempo y la retiré mal, pues andaba apurada y no quería esperar. Aún así, con la esperanza de que mejore, la planté y he regado a diario. Lamentablemente han pasado meses y no se ha recuperado de mi impaciencia.

 

No quiero eso para mis hijos.
No quiero que mi impaciencia se refleje en sus berrinches. Que lo apurado de mis días se note en sus andares. Que la inquietud de mi corazón alcance el suyo.
 Y es que Dios nos enseña a ser pacientes. La paciencia es el don de saber esperar; orando sin cesar, con gozo, con serenidad en el corazón y con la confianza en Jesús.
En la crianza abundan pruebas de paciencia. Santiago nos recuerda que en medio del sufrimiento, puesto los ojos en Jesús, esperemos con paciencia y firmes en la fe; así como el agricultor espera la cosecha y el fruto de su trabajo. (Santiago 7:5)

 

De igual manera, esperemos con paciencia en el Señor, lo que Él está haciendo a través de nosotros en nuestros hijos. Con la plena confianza de que la crianza es el medio que eligió para darse a conocer. Con gozo caminemos en la certeza de que recogeremos el fruto de la siembra de hoy.

 

Quiero un corazón paciente, uno tierno y ligero. Uno que aguarda con paciencia los cambios y las etapas. Uno que ríe en la espera del futuro. Y uno que descansa en la eternidad de Jesús.

2 comentarios de “¡Paciencia mija!

  1. Sonia Villalobos Chacon dice:

    Qué importante estar conscientes de practicar la paciencia y ser pacientes y perseverar en su practica….. yo llevo más de 40 años y aún sigo tratando. De esta manera me he dado cuenta de la importancia de depender de Dios, todo los días de nuestra vida.

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