Les conté que vivimos en la montaña; y hay dos puentes que debemos cruzar a menudo, dos hermosos ríos atraviesan la propiedad. Siempre que cruzamos mi hijo menor quiere correr, soltarse de mi mano, ir solo e independiente como la hermanita mayor. 

 

A pesar del berrinche, no lo suelto.

Va entre arrastrado y pateando, gritando, y rojo de la ira; hasta que llegamos a tierra firme lo suelto y tranquilo sigue su paso. 

 

Parece obvio que no lo suelto por varias razones, pero déjeme explicarme. 

Primero, no lo suelto porque yo soy la autoridad. 

No lo suelto porque como autoridad debo cuidarlo. 

No lo suelto porque él está aprendiendo a obedecer, aunque no lo entienda. 

No lo suelto porque lo amo. 

 

Pensaba en cuántas veces he sido yo la del berrinche, y la mano de Dios, fuerte y constante sosteniendo mi vida. Dice el Salmo 103:13 que  «así como el Padre se compadece de su hijo, así Jehová se compadece de los que le temen (o sea, de los que hemos creído) » 

 

Dios se compadece de usted y de mí mientras criamos a nuestros hijos. Dios se compadece cuando hemos llorado en silencio por nuestro propios berrinches, nuestros arranques, nuestras frustraciones, nuestro cansancio, cuando hemos cedido a un «No más», cuando hemos sido permisivos; y aún cuando hemos sido muy exigentes.

 

A pesar de nuestro berrinche, nuestro Padre no nos suelta.

No nos suelta porque Él es Dios. 

No nos suelta porque nos conoce. 

No nos suelta porque sabe que somos polvo. 

No nos suelta porque se compadece de nosotros.

No nos suelta porque Él nos ama.  

*Salmo 103:14*

4 comentarios de “El berrinche del puente

  1. Maria Montero dice:

    Raquel. Que sabias tus palabras. Que la vida de tus niños sean de bendición a todos los niños que veran en ellos un ejemplo a seguir.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *